Los retos de la educación social en tiempos de la globalización
El fenómeno de la globalización es un reto que actualmente debemos afrontar desde todos los estamentos y profesiones. Se trata de un elemento transversal que nos atañe a todos y que pone en jaque muchas de las políticas sociales que hasta ahora se estaban llevando a cabo.
Como indican algunos autores, se ha globalizado prácticamente todo, excepto la riqueza y la dignidad. Y es por ello que la Educación Social no debe ni puede quedarse al margen. Trabajamos con el material más sensible posible, las personas, y éstas deben ser el centro de nuestra atención y protección.
Entendemos que la globalización ha materializado una distribución desigual de la vulnerabilidad, acentuándose en aquellos individuos en las que ya estaba presente y alejando muchas de las oportunidades para poder superarla.
De este modo, mientras las empresas del Ibex aumentan exponencialmente sus beneficios y los productos de lujo obtienen reducciones fiscales, se implementan reformas políticas que abaratan el despido, reducen ayudas y subvenciones, encarecen el cine y el arte… Todo ello implica una reducción considerable del poder adquisitivo y acceso a la cultura de las familias, teniendo que priorizar las partidas presupuestarias y viéndose obligados a renunciar a ciertos recursos como el ocio, tratamientos médicos o el pago de la vivienda. Es la paradoja de la sociedad del riesgo en la que se visualizan “los contrastes entre quienes están afectados por los riesgos y quienes se benefician de ellos” (Beck, 2006).
Es en este contexto donde se destacan las debilidades de las estructuras familiares, las políticas sociales, los gobiernos, el sistema educativo y sanitario… El paradigma en el que nos movíamos hasta hace unos años ha cambiado y la mirada de todos nosotros debe adaptarse para dar respuestas certeras a las personas afectadas.
La Educación Social debe realizar también ese cambio de perspectiva, con más agilidad y resolución que otros colectivos, ya que por tradición profesional nuestra población diana ya partía de la desigualdad y de carencias afectivas, económicas, educativas, sociales… Se trata, en primer lugar, de visibilizar esas situaciones, ponerles el foco para después buscar estrategias de abordaje que sean de utilidad y de largo recorrido.
Pero para ser justos, la globalización no sólo ha acentuado las desigualdades sino que también ha puesto de manifiesto la capacidad solidarizante de la sociedad, promoviendo movimientos de protesta conjuntos, creando redes de apoyo y acompañamiento, inventando nuevas fórmulas desde la resiliencia, la reflexión y la capacidad crítica.
Son precisamente estos tres elementos los que creo que como Educación Social debemos alimentar y aportar a nuestros educandos para que cojan las riendas de su crecimiento personal, logren optimizar aquellos recursos de los que disponen y sepan encontrar aquellos necesarios para minimizar el riesgo de exclusión social.
No podemos evitar las consecuencias negativas del efecto de la globalización pero sí que debemos exponenciar aquellos elementos que impliquen una mejora en la calidad de vida y la participación de las personas con las que trabajamos. Como educadores sociales debemos responder por ello.
Montserrat Sánchez
Como indican algunos autores, se ha globalizado prácticamente todo, excepto la riqueza y la dignidad. Y es por ello que la Educación Social no debe ni puede quedarse al margen. Trabajamos con el material más sensible posible, las personas, y éstas deben ser el centro de nuestra atención y protección.
Entendemos que la globalización ha materializado una distribución desigual de la vulnerabilidad, acentuándose en aquellos individuos en las que ya estaba presente y alejando muchas de las oportunidades para poder superarla.
De este modo, mientras las empresas del Ibex aumentan exponencialmente sus beneficios y los productos de lujo obtienen reducciones fiscales, se implementan reformas políticas que abaratan el despido, reducen ayudas y subvenciones, encarecen el cine y el arte… Todo ello implica una reducción considerable del poder adquisitivo y acceso a la cultura de las familias, teniendo que priorizar las partidas presupuestarias y viéndose obligados a renunciar a ciertos recursos como el ocio, tratamientos médicos o el pago de la vivienda. Es la paradoja de la sociedad del riesgo en la que se visualizan “los contrastes entre quienes están afectados por los riesgos y quienes se benefician de ellos” (Beck, 2006).
Es en este contexto donde se destacan las debilidades de las estructuras familiares, las políticas sociales, los gobiernos, el sistema educativo y sanitario… El paradigma en el que nos movíamos hasta hace unos años ha cambiado y la mirada de todos nosotros debe adaptarse para dar respuestas certeras a las personas afectadas.
La Educación Social debe realizar también ese cambio de perspectiva, con más agilidad y resolución que otros colectivos, ya que por tradición profesional nuestra población diana ya partía de la desigualdad y de carencias afectivas, económicas, educativas, sociales… Se trata, en primer lugar, de visibilizar esas situaciones, ponerles el foco para después buscar estrategias de abordaje que sean de utilidad y de largo recorrido.
Pero para ser justos, la globalización no sólo ha acentuado las desigualdades sino que también ha puesto de manifiesto la capacidad solidarizante de la sociedad, promoviendo movimientos de protesta conjuntos, creando redes de apoyo y acompañamiento, inventando nuevas fórmulas desde la resiliencia, la reflexión y la capacidad crítica.
Son precisamente estos tres elementos los que creo que como Educación Social debemos alimentar y aportar a nuestros educandos para que cojan las riendas de su crecimiento personal, logren optimizar aquellos recursos de los que disponen y sepan encontrar aquellos necesarios para minimizar el riesgo de exclusión social.
No podemos evitar las consecuencias negativas del efecto de la globalización pero sí que debemos exponenciar aquellos elementos que impliquen una mejora en la calidad de vida y la participación de las personas con las que trabajamos. Como educadores sociales debemos responder por ello.
Montserrat Sánchez
Educadora Social en el ámbito infantil y adolescente en riesgo de exclusión social
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